Todos los egos están en busca de la realización de su sueño personal. Un conglomerado difuso de fantasías acerca de la felicidad y otro más obscuro y oculto, de las fantasías de dolor, culpabilidad y castigo. Aunque difuso por momentos, es en gran medida el pulso de «nuestros» deseos.
Los sueños personales se colisionan, contraponen y eclipsan entre si en todas las relaciones. A la manera de dos icebergs que se topan el uno con el otro. El propósito del sueño personal es mantener al ego en su «propio mundo» y no dejar que «otro» venga a modificar sus verdades. Mas, en toda relación se sucede naturalmente, el jaque de estas ambiciones; aunque muchas no superan este conflicto.
Sólo cuando uno está dispuesto a abrir el corazón y relacionarse más allá de las expectativas y diferencias, surge un verdadero encuentro. Más aún, cuando se está dispuesto a soltar estas fantasías de aislamiento, la sanación comienza a ocurrir, la unión comienza a experimentarse. Y lo que parecía un encuentro entre diferentes, comienza a mostrar la posibilidad de un propósito común.
Un propósito común es el puente al verdadero encuentro. Las fantasías individuales se relegan y trascienden para formar (mediante un corazón abierto), un espacio de unión. Estas fantasías y deseos del ego-yo, son las barreras a la unión. Cada cual va en pos del cumplimiento de eso que parece ser un mandato vital, y al final, la relación es solo un medio para su cumplimiento, es decir, la relación no importa, sino mi fantasía de felicidad o dolor. Esto lleva al fracaso de nuestras relaciones y por ende, al dolor y el resentimiento.
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