En cada momento de cada día se me conceden miles de tesoros. Soy bendecido durante todo el día con regalos cuyo valor excede con mucho el de cualquier cosa que yo pudiera concebir. Un hermano le sonríe a otro, y mi corazón se regocija. Alguien expresa su gratitud o su compasión, y mi mente recibe ese regalo y lo acepta como propio. Y todo el que encuentra el camino a Dios se convierte en mi salvador, me señala el camino y me asegura que lo que él ha aprendido sin duda me pertenece a mí también.
Gracias, Padre, por los muchos regalos que me llegan hoy y todos los días, procedentes de cada Hijo de Dios. Los regalos que mis hermanos me pueden hacer son ilimitados. Ahora les mostraré mi agradecimiento, de manera que mi gratitud hacia ellos pueda conducirme a mi Creador y a Su recuerdo.
Comentario:
Cuántas bendiciones recibo y cuántas puedo dar. Mis hermanos y yo estamos juntos, en el camino de retorno. Es su inocencia la que me recuerda la mía, y su deseo de paz el que aviva el mío.
El cielo ofrece todo cuanto sea necesario para que nuestro camino sea simple y llano. Nos unimos para amar y perdonar, y en ello puedo descansar.