El Espíritu Santo es la instancia en la mente dividida, que obra en favor de la plena unidad con Dios. Se le ha dado otros nombres, como el guía interno, la chispa divina, la voz del corazón, etc.

Más allá de cualquier denominación, la cual es temporal e intrascendente, denota una condición: la imperecedera y activa unión con la divinidad.

Éste Guía, tiene como propósito ayudar a cada uno a realizar la Voluntad de Dios, la cual se nos presenta como pura abstracción. Su función es de «traductor», haciendo que Su Voluntad se pueda expresar en términos muy concretos. Parte de nuestro Ser «se ha vuelto concreto», por ende, necesitamos un puente hacia Su Voluntad, la cual está más allá de toda ilusión.

Su guía siempre lleva más allá de la ilusión, por medio del perdón y de la aceptación del Amor de Dios, que es la expresión más clara de su presencia. Por tanto, nunca entraña condena, sacrificio o separación, no se basa en móviles no amorosos como el miedo o la necesidad. Su Guía es el reflejo de la Voluntad de Dios, por ende no entraña opuestos, no es conflictiva, ni deriva en dolor. Sólo el Ego aporta estos resultados.

En Un Curso de Milagros, encontramos todo lo que se necesita saber sobre estos conceptos. Aún así, para aquellos que recién entran en contacto con su terminología, es importante descomprimir la excesiva codificación y prejuicio preexistente a la misma. No olvidar que siempre confrontamos con nuestras propias creencias, no con conceptos externos. No hay nada externo. Todo está en la mente del pensador.