Siempre estás sumergido en una situación esencial. La existencia es esencial, y cada momento existes imbuido de ambas cosas, eres existencia y eres esencia a la vez. La mente puede apartarse de esto y con frecuencia lo hace. En ese momento se olvida de la esencia y por ende pasa a ser inmanencia, es decir, todo lo que ella es está contenido pero no manifestado. En el olvido de lo que es comienza su búsqueda, pero comienza a buscar afuera, y por ende se pierde y vaga mucho tiempo hasta que lo simple y obvio se vuelve evidente. Lo que estaba buscando era a ella misma, y por ende, no tenía que irse, ni apartarse, ni recorrer grandes distancias peregrinando sola y perdida.
La verdad no está ausente, pero no es un objeto maleable al antojo del momento. Si no aceptas con humildad que la verdad es algo más grande que tu propio entendimiento logrado desde un paraje solitario que tu búsqueda infructuosa te ha proporcionado, no le permitirás a ella decirte lo que es, porque la verdad se rinde ante los humildes, pero no ante los que creen que por haber vagado en el desierto y sobrevivido, creen saber lo que es la vida.
Una sola experiencia no aporta sabiduría, muchas tampoco, aún cuando puedas vivir varias vidas en una, eso no es sabiduría. La sabiduría es una cualidad que se logra a través del entendimiento que no rechaza e integra. Es una cualidad de aquellos que han entendido que el juicio carece de fundamento, pues es una simple opinión convertida en verdad por el que juzga. Ser consciente de esto libera, y solo los libres pueden ser sabios.
Pero los sabios nunca sabrán que lo son, porque en ellos reside la humildad, y siempre verán todo lo que aún no han descubierto y necesitan aprender, por ende, siempre están abiertos a más. Y así como están abiertos a recibir enseñanzas, están abiertos a darlas, pues saben que no es de ellos, aunque les pertenece no es su propiedad, que han recibido un regalo, y como niños los comparten pues quieren jugar el juego de la existencia y de la esencia.