A medida que vamos ahondando en la práctica de Ucdm, encontramos puntos que merecen una atención particular para no entrar en contradicción, o en oposición de ideas. “No tengo que hacer nada”, en primer instancia, es una afirmación que está referida a la fuente o impulso de mi motivación, y en segunda, a que una vez que reestablecemos la comunicación con el espíritu, reconocemos naturalmente que de hecho, no tenemos que hacer nada. Todo se hace a través de nosotros y para nosotros, siendo testigos de la gracia y de las bendiciones que la luz prodiga continuamente.
“No tengo que hacer nada” es un reconocimiento,
no una meta o una paradoja que tengo que entender.
El otro día una hermana consultaba por esto mismo, y la confusión más natural es con respecto al aspecto “práctico”, es decir, si tengo que hacer esto o aquello, si alguien me habla mal “no tengo que hacer nada” es literal? etc. El punto de confusión es que la atención esta puesta en los efectos, pero el curso siempre dirige nuestra mente a la causa. Es en la causa, en el pensamiento y con quién elijo pensar, si el ego o el Espíritu Santo, donde realmente “sucede” o se realiza el evento. Después, simplemente en el mundo manifiesto ves el despliegue de la decisión que ya se ha tomado (en la mente).
El mundo físico es un resultado, un efecto.
Si cambias la causa, cambia el efecto.
Pero no puedes cambiar la causa en el nivel de los efectos.
Entonces, si estoy resentido tengo que llamar o no a la persona? Si y no, pues ese no es el punto. El centro de todo es que puedas reestablecer la comunicación (sanar tu mente). Y todo lo que aparenta suceder, es un medio para que practiques hablar con tu maestro interno. El “no tengo que hacer nada”, no es una referencia al mundo físico-material, dónde todo es acción, cambio, movimiento, es más bien una idea que intenta dirigir tu atención a que no hagas nada por tu cuenta, que es lo mismo que decir sólo, con tu ego. Déjate inspirar, se movido por el Espíritu Santo, escucha.
Por ello es tan importante la quietud, el silencio, el sosiego, pues en esos momentos nos volvemos más receptivos a la Voz que habla por Dios. No quiere decir que “haciendo” dejemos de estar receptivos. Recordemos, no es una cuestión de lo que “hace” el cuerpo, sino de dónde está ubicada mi mente (miedo o amor, carencia o plenitud) para desplegarse en el mundo.
Qué deseas? Entra a la calma del instante santo
y deja que allí todo encuentre su lugar y respuesta.
“No hacer nada es descansar, y crear un lugar dentro de ti donde la actividad del cuerpo cesa de exigir tu atención. A ese lugar llega el Espíritu Santo, y ahí mora. Él permanecerá ahí cuando tú te olvides y las actividades del cuerpo vuelvan a abarrotar tu mente consciente. Ucdm, Cap. 18, VII, p7
Mas este lugar de reposo al que siempre puedes volver siempre estará ahí. Y serás más consciente de este tranquilo centro de la tormenta, que de toda su rugiente actividad. Este tranquilo centro, en el que no haces nada, permanecerá contigo, brindándote descanso en medio del ajetreo de cualquier actividad a la que se te envíe. Pues desde este centro se te enseñará a utilizar el cuerpo impecablemente . Este centro, del que el cuerpo está ausente, es lo que hará que también esté ausente de tu conciencia.” Ucdm, Cap. 18, VII, p8