El perdón – el reflejo de la verdad – me enseña cómo ofrecer milagros y así escapar de la prisión en la que creo vivir. Tu santo Hijo me es señalado, primero en mi hermano, y después en mí. Tu Voz me enseña con gran paciencia a oír Tu Palabra y a dar tal como recibo. Y conforme contemplo a Tu Hijo hoy, oigo Tu Voz indicándome la manera de llegar a Ti, tal como Tú dispusiste que ésta debía ser:
“Contempla su impecabilidad y sé curado”.
Comentario:
La luz que ves en tu hermano, es la tuya propia, pues hay solo una Luz, la cual es compartida. Si no la ves, es que estas contemplando tu propia obscuridad, que buscas compartir, mas no puedes, sino tan sólo imponer como proyección. Así recubres la luz, y quedas a obscuras aún frente al Hijo de Dios, porque sólo estás viendo tu propio miedo. ¡Déjalo ya! ¡El miedo no te ofrece nada! Sólo la Luz te da lo que tú ya eres y eso es lo único que puedes dar, y lo único que buscas.