LECCIÓN 344. Hoy aprendo la ley del amor: que lo que le doy a mi hermano es el regalo que me hago a mí mismo.

Ésa es Tu ley, Padre mío, no la mía. Al no comprender lo que significaba dar, procuré quedarme con lo que deseaba sólo para mí. Y cuando contemplé el tesoro que creía tener, encontré un lugar vacío en el que nunca hubo nada, en el no hay nada ahora y en el que nada habrá jamás. ¿Quién puede compartir un sueño?¿Y qué puede ofrecerme una ilusión? Pero aquel a quien perdone me agasajará con regalos mucho más valiosos que cualquier cosa que haya en la tierra. Permite que mis hermanos redimidos llenen mis arcas con los tesoros del Cielo, que son los únicos que son reales. Así se cumple la ley del amor. Y así es como Tu Hijo se eleva y regresa a Ti.

¡Qué cerca nos encontramos unos de otros en nuestro camino hacia Dios! ¡Qué cerca está Él de nosotros! ¡Qué cerca el final del sueño del pecado y la redención del Hijo de Dios!


Comentario:

No puedes sino dar, y das continuamente. Elige lo que quieres dar, y verás la fortaleza renacer en ti, porque reconocerás que no eres rehén de nadie, sino un dador como tu Padre. Dar es compartir, y puedes compartir tu estado mental, tus decisiones, tus pensamientos. Las formas son muchas, pero el contenido es muy simple. Estás uniéndote a tu hermano o defendiéndote de él.

Elige junto a tu Guía y Maestro, la elección que te llevará más allá de los parámetros que te has impuesto a ti y a tu hermano, pues la bendición que necesitas aceptar es salir de la ilusión junto con él, una bendición que se te da para que la des.

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