Te doy gracias, Padre, por el plan que ideaste para salvarme del infierno que yo mismo fabriqué. No es real. Y Tú me has proporcionado los medios para comprobar su irrealidad. Tengo la llave en mis manos, y he llegado hasta las puertas tras las cuales se halla el fin de los sueños. Me encuentro ante las puertas del Cielo, sin saber si debo entrar y estar en casa. No dejes que hoy siga indeciso. Quiero perdonar todas las cosas y dejar que la creación sea tal como Tú quieres que sea y como es. Quiero recordar que soy Tu Hijo, y que cuando por fin abra las puertas, me olvide de las ilusiones ante la deslumbrante luz de la verdad, conforme Tu recuerdo retorna a mí.
Hermano, perdóname ahora. Vengo a llevarte a casa conmigo. Y según avanzamos, el mundo se une a nosotros en nuestro camino a Dios.
Comentario:
«Hermano, perdóname ahora» Significa, hermano, no veas ilusión en mí y reconoce mi Ser. Esta es una enseñanza que primero prácticamos con Jesús y después extendemos a todos nuestros hermanos. Renunciar a las percepciones falsas sigue presentándose como un desafío, cuando en realidad debería ser un gozo.
El aferramiento a ideas que atacan tu santidad está centrado en la falsa creencia de que esas ideas te protegen de un peligro mayor. El único «peligro» es albergar miedo, porque eso indica que no estás pensando en Él, ni en Jesús. Has apartado a la Luz y estás intentando fabricar la tuya propia, con soluciones basadas en percepciones. Ahorra tiempo, perdona y pide el milagro para reencontrarte con Dios y con tu Guía y Maestro, pues mientras haya miedo, es que aún no has establecido una comunicación firme. Cuando lo hagas, los acontecimientos sólo serán para ti, un medio para bendecir.