El perdón es el medio a través del cual a la percepción le llega su fin. El conocimiento es restituido una vez que la percepción ha sido transformada y ha dado paso enteramente a lo que por siempre ha de estar más allá de su más elevado alcance. Pues las imágenes y los sonidos tan sólo pueden servir, en el mejor de los casos, para evocar el recuerdo que yace tras todos ellos. El perdón elimina las distorsiones y revela el altar a la verdad que se hallaba oculto. Sus blancas azucenas refulgen en la mente, y la instan a regresar y a mirar en su interior para encontrar lo que en vano ha buscado afuera. Pues ahí, y sólo ahí, se restaura la paz interior, al ser la morada de Dios Mismo.
Que el perdón elimine en la quietud mis sueños de separación y de pecado. Y que entonces pueda mirar, Padre, en mi interior y descubrir que Tu promesa de que en mí no hay pecado es verdad; que Tu Palabra permanece inalterada en mi mente y que Tu Amor reside todavía en mi corazón.
Comentario:
La idea de la separación llega a su fin, y con ello, el final del sufrimiento y el dolor. Toda falta de entendimiento, todo conflicto, y todo pesar, tan sólo requieren perdón para ser subsanados. El perdón da paso a un estado, que no requiere ejemplos ni explicación, pues por si mismo proporciona todas las respuestas y elimina toda duda. Está más allá de la percepción, pues la reorganiza en función de la verdad.
El perdón es un acto de liberación que nace de aceptar la Verdad, pues es ella quien lo sustenta y le da su fuerza de vida. No tienes que forzar algo que no entiendes, ni provocar que suceda algo que ya se te ha concedido. Es el Amor mismo el que te muestra el camino, y ello sólo requiere de tu aceptación.