Padre, pensé que me había apartado de Tu Voluntad, que la había desafiado, que había violado sus leyes y que había interpuesto otra voluntad más poderosa que la Tuya. En realidad, no obstante, no soy otra cosa que una extensión de Tu Voluntad que se extiende continuamente. Eso es lo que soy, y ello jamás ha de cambiar. Así como Tú eres Uno, yo soy uno Contigo. Eso es lo que elegí en mi creación, en la que mi voluntad se hizo eternamente una con la Tuya. Esa decisión se tomó para siempre. No puede cambiar ni oponerse a sí misma. Padre, mi voluntad es la Tuya. Estoy a salvo, tranquilo y sereno, y gozo de una dicha interminable porque así lo dispone Tu Voluntad.
Hoy aceptaremos la unión que existe entre nosotros, y entre nosotros y nuestra Fuente. No tenemos otra voluntad que la Suya y todos somos uno porque todos compartimos Su Voluntad. A través de Ella reconocemos que somos uno solo. A través de Ella encontramos por fin el camino que nos conduce a Dios.
Comentario:
Podemos encontrar en nosotros el reflejo, el recuerdo, la certeza de nuestra unión e identidad compartida con Dios. Tal vez nuestra atención esté centrada en cuestiones de índole práctica, de los objetos y las formas. Sin embargo, una vez que nos detenemos un instante y alzamos la mirada, esta reminiscencia viene a nosotros como una sutil caricia.
¿Estamos acaso encadenados a los avatares del mundo? ¿O bien, nuestra esencia nos conduce más allá, hacia un lugar de dicha y paz? Qué no olvide mi deseo de paz, pues éste no es una nube pasajera, sino el sol mismo de mis días. Y en ese deseo, se encuentra un regalo mayor, el recuerdo de la unión, pues la paz procede del Amor que nos une, y del Amor que nos creó.