LECCIÓN 326. He de ser por siempre un Efecto de Dios.

Padre, fui creado en Tu Mente, como un Pensamiento santo que nunca abandonó su hogar. He de ser por siempre Tu Efecto, y Tú por siempre y para siempre, mi Causa. Sigo siendo tal como Tú me creaste. Todavía me encuentro allí donde me pusiste. Y todos Tus atributos se encuentran en mí, pues Tu Voluntad fue tener un Hijo tan semejante a su Causa, que Causa y Efecto fuesen indistinguibles. Que tome conciencia de que soy un Efecto Tuyo y de que, por consiguiente, poseo el mismo poder de crear que Tú. Y así como es en el Cielo, sea en la tierra. Sigo Tu plan aquí, y sé que al final congregarás a todos Tus Efectos en el plácido Remanso de Tu Amor, donde la tierra desaparecerá y todos los pensamientos separados se unirán llenos de gloria como el Hijo de Dios.

Veamos hoy la tierra desaparecer, al principio transformada, y después, una vez que haya sido perdonada, veámosla desvanecerse completamente en la santa Voluntad de Dios.


Comentario:

En el sueño que dio lugar el Hijo de Dios, parece haber dos opciones, amor o miedo, Dios o el ego. Mi identidad depende de la elección que asuma como mi causa. Si acepto a Dios como mi causa, veré lo amoroso en mi y aceptaré ser el Hijo de Dios, en cambio si veo que el miedo y el dolor me han forjado, creeré ser un efecto de los mismos, aún cuando éstos los haya inventado yo, y el ego parecerá ser quien domine mis pensamientos.

Pero la decisión es siempre ahora, pues es el único tiempo que existe. Y no hay ninguna decisión que por más sólida que parezca, no pueda revocarse con la intención de alinearla con la Voluntad del Padre. Él es el único poder real, y por ende, acudir a Él para disolver un error es el único camino.

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