He aquí el único «sacrificio» que le pides a Tu Hijo bienamado: que abandone todo sufrimiento, toda sensación de pérdida y de tristeza, toda ansiedad y toda duda, y que deje que Tu Amor entre a raudales a su conciencia, sanándolo del dolor y otorgándole Tu Propia dicha eterna. Tal es el «sacrificio» que me pides y que yo me impongo gustosamente: el único «costo» que supone reinstaurar en mí Tu recuerdo para la salvación del mundo.
Y al saldar la deuda que tenemos con la verdad – una deuda que consiste sencillamente en abandonar los autoengaños y las imágenes que venerábamos falsamente -, la verdad regresa íntegra y llena de júbilo a nosotros. Ya no nos engañamos. El amor ha regresado a nuestra conciencia. Y ahora estamos en paz otra vez, pues el miedo ha desaparecido y lo único que queda es el amor.
Comentario:
Nadie duda que desea el amor, pero pocos aceptan que desean el miedo. El primer paso en el deseo es pensarlo, imaginar la cosa del deseo, ver sus formas, y cómo sucederá aquello que deseo, y qué hará en mí, qué efectos tendrá. Hay sin duda, una gran dedicación a pensamientos falsos, pues se piensa en ellos.
Abandonarlos nada más, no alcanza, pues algo más tiene que venir a ocupar su lugar. Desear la Voluntad de Dios, es ciertamente, el único «sustituto» del miedo. No hay otra cosa que pueda decirse realmente que no sea otra cara del miedo. Sólo lo que Dios dispone para su Hijo es Amor.
Por medio de la Voz que habla por Él, el perdón, dará paso a aquello que refleja Su Voluntad.