Lo único que sacrifico son las ilusiones, nada más. Y a medida que éstas desaparecen, descubro los regalos que trataban de ocultar, los cuales me aguardan en jubilosa espera, listos para entregarme los ancestrales mensajes que me traen de Dios. En cada regalo Suyo que acepto yace Su recuerdo. Y cada sueño sirve únicamente para ocultar el Ser que es el único Hijo de Dios, el Ser que fue creado a Su Semejanza, el Santo Ser que aún mora en Él para siempre, tal como Él aún mora en mí.
Padre, para Ti cualquier sacrificio sigue siendo algo por siempre inconcebible. Por lo tanto, sólo en sueños puedo hacer sacrificios. Tal como Tú me creaste, no puedo renunciar a nada que Tú me hayas dado. Lo que Tú no has dado es irreal. ¿Qué pérdida podría esperar sino la pérdida del miedo y el regreso del amor a mi mente?
Comentario:
Debo aceptar la plenitud del Amor de Dios, el cual en su Voluntad, para todo lo creado, es Amor sin condición. Nada que no sea esto en mi mente, y nada que no refleje esta condición, puede ser un regalo de Dios. Y si no es un regalo de Dios, es un regalo del ego.
Mas, el miedo a la pérdida sólo está asociado con los regalos del ego, porque lo que Dios da, lo da para siempre y no puede perderse, porque Él sólo se da a sí mismo. La atención que se fija en lo concreto, distrae a la mente del verdadero regalo, el cual es: restablecer la comunicación con la luz.