Padre, Tu Voluntad es la mía, y nada más lo es. No hay otra voluntad que yo pueda tener. Que no trate de forjar otra, pues sería absurdo y únicamente me haría sufrir. Sólo Tu Voluntad me puede hacer feliz, y sólo Tu Voluntad existe. Si he de tener aquello que sólo Tú puedes dar, debo aceptar lo que Tu Voluntad dispone para mí y alcanzar una paz en la que el conflicto es imposible, Tu Hijo es uno Contigo en ser y en voluntad, y nada contradice la santa verdad de que aún soy tal como Tú me creaste.
Y con esta plegaria nos sumergimos silenciosamente en un estado en el que el conflicto es imposible, pues hemos unido nuestra santa voluntad a la de Dios, en reconocimiento de que son una y la misma.
Comentario:
Parece haber una inclinación a una voluntad ajena a la paz, ajena al amor, sin embargo, no es más que un sueño, un sueño de mi mismo y del mundo. Cuando estoy allí, en realidad, no estoy en ninguna parte. Si me separo del amor, ciertamente ingreso en lo falso, en lo que no significa nada.
Mas, la Realidad es significado, y yo no puedo estar desprovisto de sentido. Por lo tanto el amor tiene que ser mi voluntad así como mi Realidad, todo lo demás, no es más que un sueño. Puedo dejar de soñar, si acepto y me uno a la Voluntad de Dios, y en ella reconocer la mía.