LECCIÓN 299. La santidad eterna mora en mí.

Mi santidad está mucho más allá de mi propia capacidad de comprender o saber lo que es. No obstante, Dios, mi Padre, Quien la creó, reconoce que mi santidad es la Suya. Nuestra Voluntad conjunta comprende lo que es. Y nuestra Voluntad conjunta sabe que así es.

Padre, mi santidad no procede de Mí. No es mía para dejar que el pecado la destruya. No es mía para dejar que sea el blanco del ataque. Las ilusiones pueden ocultarla, pero no pueden extinguir su fulgor ni atenuar su luz. Se yergue por siempre perfecta e intacta. En ella todas las cosas sanan, pues siguen siendo tal como Tú las creaste. Y puedo conocer mi santidad, pues fui creado por la Santidad Misma, y puedo conocer mi Fuente porque Tu Voluntad es que se Te conozca.


Comentario:

Acepta tu santidad y recuerda quien eres. Es la esencia de la creación, su estado natural, y su vínculo consigo misma. Es una expresión del Amor puro de Dios por lo creado.

En silencio y quietud, recibe lo que Dios te ha dado por ser su Hijo. No límites Su capacidad de dar, y no límites tu capacidad de recibir. Que la Santidad trascienda todas tus ideas, pues de lo contrario, sólo será un concepto.

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