Padre, estás delante y detrás de mí, a mi lado, allí donde me veo a mí mismo y dondequiera que voy. Estás en todo lo que contemplo, en los sonidos que oigo y en cada mano que busca la mía. En Ti el tiempo desaparece, y la idea del espacio se vuelve una creencia absurda. Pues lo que rodea a Tu Hijo y lo mantiene a salvo es el Amor Mismo. No hay otra fuente que ésa, y no hay nada que no comparta Su santidad, nada que se encuentre aparte de Tú única creación o que carezca del Amor que envuelve a todas las cosas dentro de Sí. Padre, Tu Hijo es como Tú. Hoy apelamos a Ti en Tu Propio Nombre, para estar en paz dentro de Tu eterno Amor.
Hermanos míos, uníos a mí en este propósito hoy. Ésta es la plegaria de la salvación. ¿No deberíamos acaso unirnos a lo que ha de salvar al mundo y a nosotros junto con él?
Comentario:
Hoy cerramos los ojos al mundo, a los juicios y a toda creencia absurda, y abrimos la visión interna, la luz del amor en nuestra mente. Esta visión espiritual, nos conduce de regreso a nuestro Hogar, pues abre camino al recuerdo y al reconocimiento de la Verdad y del Amor que Dios tiene por Su Hijo.
No hay otra manera, pues nada externo a ti puede darte lo que andas buscando. No hay nada externo, y si lo hubiera, le estarías pidiendo lo que no puede ofrecer. El Reino de los Cielos está en ti, y sólo tu decisión de verlo te otorga la experiencia de lo que ya está ahí. Pues sólo estás mirando para otro lado.