Padre, tienes un solo Hijo. Y es a él a quien hoy deseo contemplar. Él es Tu única creación. ¿Por qué habría de percibir miles de formas en lo que sigue siendo uno solo? ¿Por qué habría de darle miles de nombres, cuando con uno solo basta? Pues Tu Hijo tiene que llevar Tu Nombre, ya que Tú lo creaste. No permitas que lo vea como algo ajeno a su Padre o a mí. Pues él es parte de mí, así como yo de él, y ambos somos parte de Ti que eres nuestra Fuente. Estamos eternamente unidos en Tu Amor y somos eternamente el santo Hijo de Dios.
Nosotros que somos uno, queremos reconocer en este día la verdad acerca de nosotros mismos. Queremos regresar a nuestro hogar y descansar en la unidad. Pues allí reside la paz, la cual no se puede buscar ni hallar en ninguna otra parte.
Comentario:
¿Para qué ibas a cargar con el peso de forjar una identidad personal? ¿No es acaso una forma de defensa, algo que parece que el mundo te obliga a tener y mejorar todo el tiempo? Piensa por un instante dejar todo ese ruido, y simplemente pon el propósito del amor en tu mente. Siente la diferencia, la liviandad que te ofrece «sólo amar», sin cumplir con más requisitos, ni internos, ni externos.
Respira produndamente y elevate al encuentro con tu mente santa, la que no juzga, sino que sólo ama y perdona. Únete al pensamiento universal mediante el Espíritu Santo, y abandona toda lucha. Él te recordará que sólo el Amor libera, que sólo el Amor es lo que necesitas, y finalmente te recordará que es Amor lo que eres.