Que no piense que puedo encontrar el camino a Dios si abrigo odio en mi corazón. Que no piense que puedo conocer a mi Padre o a mi ser, si trato de hacerle daño al Hijo de Dios. Que no deje de reconocerme a mí mismo, y siga creyendo que mi conciencia puede abarcar lo que mi Padre es o que mi mente puede concebir todo el amor que Él me profesa y el que yo le profeso a Él.
Aceptaré seguir el camino que Tú elijas para que yo venga a Ti, Padre mío. Y no podré por menos que triunfar porque así lo dispone Tu Voluntad. Y reconoceré que lo que Tu Voluntad dispone, y sólo eso, es lo que la mía dispone también. Por lo tanto, elijo amar a Tu Hijo. Amén.
Comentario:
Ciertamente tú eres el Santo Hijo de Dios. Y en ti reside sólo la luz y el amor. Aunque todo el universo lo sepa, si tú no lo aceptas, no tiene sentido para ti. Y vivirás ajeno a toda la belleza que reside en ti hasta que lo puedas aceptar. No temas, pues la belleza no se pierde ni cambia con el tiempo, tampoco la luz deja de brillar y tu santidad continúa inmaculada.
No hay esfuerzo alguno de tú parte, para recibir todo lo que tu Padre te da. Mas, tienes que estar dispuesto a recibirlo sin negarlo a la vez. No rechaces bajo ninguna forma sus dones, y así estarás libre para recibir, pues el da, pero no impone, porque su ley es la del Amor.
El Espíritu Santo espera pacientemente a que estés listo para recibir todo lo que Dios ya dio. En el mismo momento en el que te abres al amor, amas, y ahí eres libre de aceptar tu Ser.