Ego y culpabilidad (2) No somos víctimas del ego

No puede ser más evidente la inversión de la realidad en la que el ego-yo sumerge a todo aquel que decide creer en él, que esta idea tan ruidosa y absurda. Parece que ahora eres víctima de tu propio ego, al cual no puedes más que rendir culto, pues su control sobre ti es casi total. Impone necesidades y pensamientos que no conducen a tu felicidad, sino que te traicionan, dejándote relegado a la nada. Las emociones brotan sin control y te llevan de un lado para otro, confundiendo tus impulsos verdaderos y amorosos, con descargas emocionales de un pasado remoto.

El ego ha logrado infiltrar una idea cegadora e imperceptible a la vez: él es fuerte, y tú débil. El ego vive a base de substituciones e inversiones. Tú que lo has soñado, ahora sucumbes ante él, y te demuestra que eres débil y no puedes por más que ir y venir en el radio que él traza. Tu vida está amargamente ceñida a sus designios y no ves como superar las limitaciones que tu identificación con el ego-yo te han impuesto. Y así como te ves a ti, ves a tus hermanos, pues ellos pueden estar mejor o peor en relación a tal conflicto, pero no están exentos de él. Esa es la única semejanza que el ego permite, pues da lugar a la competencia y comparación con otros egos.

Ese «ser» en conflicto, culpable, lleno de carencias y limitaciones, débil y temeroso, dual, con altibajos, es sólo una idea. Identifícate con ella, y te volverás eso. Cree en las fantasías de separación y pobreza que el ego constituye, y las verás por doquier, pues el ego es una idea y depende de la mente que la piensa. No es autónoma, no tiene poder, ni puede hacer nada a la mente que la piensa a no ser que la mente se confunda con la propia idea y sueñe el daño. El ego no es nada. Sólo representa la ilusión de separación, la cual puede ser abandonada, no por medio de la debilidad, sino por medio de la fortaleza que reside en el amor.

Niega identificarte con el ego-yo y las ilusiones. Niega las ilusiones y acepta la verdad. Las interpretaciones que el ego ofrece, por más seductoras y complejas que parezcan, son siempre parciales, y no buscan la unión, pues en la unión el ego no puede estar. La paz le es igualmente extraña, pues donde no hay culpabilidad, la hermandad y la libertad es completa.

Cada vez que el amor queda oculto por un pensamiento de miedo (un juicio), comienza una reedición del sueño de separación, del cual tratarás de despertar, pues nadie está a gusto en el miedo, y todos buscan el amor. No hay satisfacción verdadera en la debilidad y la limitación, y tampoco en sus opuestos que buscan reparar estos sentimientos de base, pues aquel que se siente separado, se sentirá débil y limitado por más que parezca vivir en el éxito.

Sólo el perdón elimina el conflicto, la separación y por ende, la culpabilidad, ya que ésta no es más que el resultado de la idea de la separación de tu Fuente, de tu hermano y de ti mismo. No eres victima del ego, porque en cualquier momento puedes elegir de nuevo, y dejar atrás todo pensamiento de ataque y volverte hacia la inocencia que compartes con todo lo que Dios creó. Sólo tienes que aceptar la interpretación del Espíritu Santo en vez de la que el ego proporciona. Mediante la Voz que habla por Dios y por tu Ser, el amor abrirá camino en tu corazón, y te demostrará que no eres débil, sino Santo y amado. Y con ello, todo rastro de ideas extrañas queda deshecho.

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