La idea de hoy afirma simplemente un hecho. No es un hecho para los que creen en ilusiones, mas las ilusiones no son hechos. En realidad no hay nada que temer. Esto es algo muy fácil de reconocer. Pero a los que quieren que las ilusiones sean verdad les es muy difícil reconocerlo.
Las sesiones de práctica de hoy serán muy cortas, muy simples y muy frecuentes. Repite sencillamente la idea tan a menudo como puedas. Puedes hacerlo con los ojos abiertos en cualquier momento o situación. Recomendamos enérgicamente, no obstante, que siempre que puedas cierres los ojos durante aproximadamente un minuto y repitas la idea lentamente para tus adentros varias veces. Es especialmente importante también que la uses de inmediato si observas que algo perturba tu paz mental.
La presencia del miedo es señal inequívoca de que estás confiando en tu propia fortaleza. La conciencia de que no hay nada que temer indica que en algún lugar de tu mente, aunque no necesariamente en un lugar que puedas reconocer, has recordado a Dios y has dejado que Su fortaleza ocupe el lugar de tu debilidad. En el instante en que estés dispuesto a hacer eso, ciertamente no habrá nada que temer.
Comentario:
Dar realidad a las ilusiones, es lo que vuelve a la mente temerosa, porque está creyendo que lo imposible es posible, y por ende, nada tiene sentido. Mas, en un mundo de ilusiones, el deshacimiento o abandono de las ilusiones, implica el reconocimiento del error y su corrección.
No hay nada que temer, porque se vio con claridad que la ilusión es ilusión y no puede hacer daño, que un error de percepción sólo requiere una corrección, y que el miedo tan sólo necesita el amor que se ha olvidado.
La aceptación de la Voz que habla por Dios, guía a la mente, al reconocimiento de su propia luz y de que esa luz disipa todo pesar. Esa luz es la que comparte con Dios y con todos sus hermanos, y no mengua por causa alguna, tan sólo permanece irradiando sin pausa, hasta que la mente se vuelva hacia ella. Esto es un hecho, y tan sólo espera el descorrimiento del velo para poder ser experimentado plenamente.