LECCIÓN 31. No soy víctima del mundo que veo.

La idea de hoy es la introducción a tu declaración de emancipación. Una vez más, la idea debe aplicarse tanto al mundo que ves fuera de ti como al que ves dentro. Al aplicar la idea de hoy lo haremos de una manera que se utilizará cada vez más, con ciertas modificaciones que ya se irán indicando. En general, esta manera de practicar comprende dos aspectos: uno en el que aplicas la idea de manera más prolongada, y otro en el que haces frecuentes aplicaciones de la idea en el transcurso del día.

La idea de hoy requiere dos sesiones de práctica más largas que de costumbre, una por la mañana y otra por la noche. Se recomiendan de tres a cinco minutos para cada una de ellas. Durante ese intervalo mira lentamente a tu alrededor mientras repites la idea dos o tres veces. Luego cierra los ojos y aplica la idea a tu mundo interno. Te liberarás de ambos al mismo tiempo, pues el interno es la causa del externo.

Mientras exploras tu mundo interno permite simplemente que cualquier pensamiento que cruce tu mente llegue hasta tu conciencia, obsérvalo por un instante, y luego reemplázalo con el siguiente. Trata de no establecer ninguna jerarquía entre ellos. Observa su ir y venir tan desapasionadamente como puedas. No te detengas en ninguno en particular, sino trata de mantener un ritmo uniforme y calmado, sin ningún marcado interés por tu parte. Mientras estés sentado observando tus pensamientos serenamente, repite la idea de hoy en tu interior tan a menudo como quieras, mas sin ninguna sensación de premura.

Repítela además tan frecuentemente como puedas en el transcurso del día. Recuerda que al hacerlo estás haciendo una declaración de independencia en nombre de tu propia libertad. Y en tu libertad radica la libertad del mundo.

La idea de hoy es también especialmente útil como respuesta a cualquier tipo de tentación que pueda presentarse. Es una declaración de que no vas a sucumbir a ella, aprisionándote así a ti mismo.


Comentario:

Quién cree estar a merced de variables externas, aún no ha vuelto su mirada lo suficiente, hacia su interior. Nadie que reconozca sus propias creencias puede aceptar que el mundo externo es su causa, que está a su merced, y que por sobre todo, no hay relación entre él y el mundo que ve. Por ello, se vuelve del todo necesario, aprender a reconocer mis propias creencias y luego, decidir sobre ellas. Éstas no aparecen al azar y sin ninguna razón, están de hecho, sólidamente sistematizadas y justificadas por la propia mente que las considera. Aunque esto, escape muchas veces a su propio reconocimiento.

La observancia de las creencias, puede al principio, ser tediosa, pues parece ser algo sin mayor valor. Ello se debe al grado de fragmentación que induce a creer que esas creencias son independientes, y están allí sin la propia participación. No hay una sola idea en nuestra mente que no cuente con nuestro apoyo y valoración. Desde la más bella a la más desagradable, todas cuentan con la propia valoración, y por ende, se cree en su «realidad». Un pensamiento sin valor, no produce nada, pero no hay pensamientos fútiles, todos tienen un propósito, pues la mente no es trivial.

Elegir por tanto, a qué darle valor y a qué no, es un procedimiento que se puede volver consciente y por ende, establecer un marco más apropiado para la propia paz. Entregar a la expiación lo que no tiene significado, y aceptar de la guía lo que si lo tiene, ahorra mucho tiempo y sufrimiento. Mas, primero debo reconocer lo que quiero entregar, para así hacer espacio y recibir de la guía, el pensamiento de amor que se encontraba oculto.

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