Esta idea, al igual que la anterior, puede aplicarse a cualquier persona, situación o acontecimiento que creas que te está causando dolor. Aplícala específicamente a lo que, según tú, es la causa de tu disgusto, y usa, para describir el sentimiento que te afecta, el término que te parezca más preciso. El disgusto puede manifestarse en forma de miedo, preocupación, depresión, ansiedad, ira, odio, celos o un sinnúmero de otras formas, y cada una de ellas se percibirá como algo diferente de las demás. Mas no es cierto que sean diferentes. Sin embargo, hasta que aprendas que la forma no importa, cada una de ellas constituirá materia apropiada para los ejercicios de hoy. Aplicar la misma idea a cada una de ellas por separado es el primer paso que te lleva a reconocer finalmente que todas son lo mismo.
Al aplicar la idea de hoy a lo que percibas como la causa específica de cualquier forma de disgusto, usa el nombre del disgusto de que se trate, así como la causa que le atribuyes. Por ejemplo:
No estoy enfadado con ___ por la razón que creo.
No tengo miedo de ___ por la razón que creo.
Pero una vez más, esto no debe substituir a las sesiones de práctica en las que primero examinas tu mente en busca de lo que crees son las «causas» del disgusto, y las formas de disgusto que, según tú, resultan de ellas.
En estos ejercicios, incluso más que en los anteriores, es posible que te resulte más difícil ser imparcial y evitar concederles más importancia a unos temas que a otros. Tal vez te resulte útil encabezar los ejercicios con la siguiente afirmación:
No hay disgustos pequeños. Todos perturban mi paz mental por igual.
Luego busca en tu mente cualquier cosa que te esté afligiendo, independientemente de si te parece que te está afligiendo poco o mucho.
Es posible también que te sientas menos dispuesto a aplicar la idea de hoy a algunas de las causas de los disgustos que percibes que a otras. De ocurrir eso, piensa en primer lugar en lo siguiente:
No puedo conservar esta forma de disgusto y al mismo tiempo desprenderme de las demás.
Para los efectos de estos ejercicios, pues, las consideraré a todas como si fuesen iguales.
Escudriña luego tu mente durante un minuto más o menos y trata de identificar las diferentes formas de disgustos que te estén perturbando, haciendo caso omiso de la relativa importancia que tal vez les atribuyas. Aplica la idea de hoy a cada una de ellas, usando el nombre de la causa del disgusto tal como la percibas, y el del sentimiento tal como lo experimentes. Los siguientes son ejemplos adicionales:
No estoy preocupado acerca de ___ por la razón que creo.
No estoy deprimido acerca de ___ por la razón que creo.
Tres o cuatro veces al día será suficiente.
Comentario:
En la idea de hoy, trabajas directamente con tus reacciones, eso no es más que la consecuencia natural de comenzar a conocerte a ti mismo. Tus sentimientos no pueden ser un evento aislado e independiente, tienes que aproximarte a ellos tal como lo estás haciendo a tus pensamientos. La aproximación que estamos propiciando no es trivial o infantil, sino más bien, apropiada, de observación y decisión.
Parece que no decides sobre tus sentimientos, pero eso no es verdad. Mas, para deshacer esa falsa creencia, es preciso realizar un camino que demuestre lo contrario. Esta lección es el primer paso. No hay nada que esté fuera de tu voluntad, pero has olvidado o permitido que otra voluntad ilusoria sustituya la tuya propia. Y ésta substitución es la de la debilidad del ego por la fortaleza del Espíritu.