Mi miedo, mis problemas, mis ansiedades, todo lo que me falta o tengo, lo que creo que se me arrebató o perdí por la tempestad del mundo y la vida, el daño que creí cometer, todo ello es un fardo pesado que arrojamos inconscientemente sobre el otro. En una defensa acérrima al temor de que vuelva a pasar, interpongo todas mis preocupaciones antes de relacionarme con alguien o algo.
En medio de dos, hay un tercero, la fantasía de separación y pérdida, dolores pasados y felicidades futuras. Aquí no hay posibilidad de paz, de encuentro ni de relación. Sólo te ves a ti mismo proyectado fuera del presente, dedicando tus energías a tratar de evitar tales temores.
Lo único que puede eliminar esa distancia es el amor. El amor es el único que en medio de dos, hace que haya tan sólo uno. Y no se trata de perder individualidades, sino trascenderlas. No es lo mismo. Un miedo muy antiguo nubla esta idea, ya que los egos sí se pierden entre sí, desdibujando fronteras, haciendo más grandes algunos egos por encima de otros. La unidad no puede ser eso.
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