«Nadie le impone sanción alguna al Hijo de Dios, salvo la que él se impone a sí mismo. Cada oportunidad que se le da para sanar es otra oportunidad más de reemplazar las tinieblas por la luz y el miedo por el amor. Si la rechaza, se condena a sí mismo a las tinieblas, puesto que no eligió liberar a su hermano y entrar con él en la luz. Al otorgarle poder a lo que no es nada, desperdicia la gozosa oportunidad de aprender que lo que no es nada no tiene ningún poder. Y al no disipar las tinieblas, se vuelve temeroso de ellas y de la luz. El gozo que resulta de aprender que las tinieblas no tienen poder alguno sobre el Hijo de Dios es la feliz lección que el Espíritu Santo enseña, y que desea que tú enseñes con Él. Enseñarla es Su gozo, tal como será el tuyo.»
Un Curso De Milagros. Cap. 14, III.