Todo es perfecto, si, porque el Espíritu Santo se encarga de ello. Lo ilusorio no es perfecto, es en sí la separación de lo que es perfecto. Sin embargo, Dios respondió inmediatamente con su misericordia y no hay nada que no pueda ser corregido y reinterpretado en la Luz de su Amor. Debemos comprender que la función del Espíritu Santo es la de corregir todos nuestros errores de percepción, fue creado para ello. Si no hubiese una mente dormida, no sería necesario ni el despertar, ni el Espíritu Santo. Que puedas hablar de Él, ya implica un estado que requiere corrección. Todo es perfecto, porque Él anula el error en tu mente, y puedes ver la Gloria de Dios, con su Luz, con sus ojos. Pero no evites realizar tu trabajo. Tú voluntad está involucrada. Tu eres el tomador de decisiones.
El milagro es un factor de aceleración del tiempo, es decir, invoca la luz en tu mente, y así reconoces lo que es falso y lo que es verdadero en cada situación, pudiendo elegir lo que es verdadero. Eso es lo que el Espíritu Santo hace, y eso es lo que Jesús nos invita a compartir, Su juicio, no el del ego. Aquí es cuando eliges.
La corrección implica cambio, es decir, recibes una guía con respecto a tu sanación, la llevas adelante y el cambio sucede. Este cambio o sanación no tiene que ver con una forma concreta, puede ser muy diferente a lo que te imaginabas, puede no tener reflejo físico. Sin embargo, la sensación de paz, de perdón, de amor, de liberación, es el resultado de cualquier sanación. Es inconfundible, por ello, no tienes que preocuparte, la reconocerás. Así también reconocerás cuando no has logrado la sanación, no sólo porque persiste la obscuridad, el miedo o la separación, sino también por la repetición. Cuando repites un patrón en tus relaciones, es que aún hay trabajo por hacer.
Podemos reconocer que la repetición tanto de relaciones, como comportamientos o situaciones, es un factor muy común en la vida de cualquier humano. El aprendizaje, el perdón, disuelven la «necesidad» de pasar nuevamente por la misma situación, ya que el aprendizaje, es el único propósito del espacio-tiempo, por tanto, hasta que éste no se consuma, la mente vuelve naturalmente al nudo. Puede que la mente de un salto, y con ello, extienda el perdón que ha realizado en unas áreas, a otras (el proceso natural de integración), eliminando la necesidad de pasar por ciertas situaciones, sin embargo, el acto de aprendizaje sigue implicado.
La voluntad está involucrada
La Voluntad de Dios no requiere tiempo para manifestarse, nosotros si lo necesitamos. Nosotros usamos el tiempo como un factor de aprendizaje, el tiempo que tarde una sanación es el tiempo que nosotros tardamos en asumir la Voluntad del Padre como la nuestra. Los Milagros son naturales, pero se requiere una purificación previa dice Jesús. Si el milagro no se manifiesta, es que aún hay ideas a perdonar, que están demorando nuestra plena aceptación de la Gracia de Dios, como lo único que hay. El milagro, la aceptación de la luz, como veíamos antes, produce un estado de plenitud, sin esto, aún hay miedo y limitación que corregir.
La mente, se ha fragmentado, aceptando ilusiones, formando capa sobre capa. Puede que sintamos que ya hemos realizado una sanación, que ya hemos perdonado tal situación, sin embargo, por alguna razón, vuelven a aparecer circunstancias que nos privan de nuestra paz mental. Imagina un vidrio roto por una caída al suelo, el cual estás tratando de componer. Encontrar uno de sus fragmentos y ubicarlo en su lugar, va logrando componer la unidad del mismo, a la vez que puede mostrarte el lugar vacío del siguiente fragmento a colocar. A su vez están los microfragmentos que también tienes la capacidad de componer.
Probablemente, un perdón te lleve a otro. Hasta que la unificación comienza a ser más y más sencilla, porque es eso en lo único que te enfocas. Incluso, se vuelve tu dicha realizarlo. Estás perdonando, y eso te vuelve feliz. ¿Qué más hay? El proceso «finaliza» naturalmente, como un reconocimiento, no lo puedes programar; no te preocupes por el final, está asegurado.