El milagro es una corrección. Implica necesariamente un aprendizaje, un antes y un después, el paso del no entendimiento al entendimiento (perdón), un error y una solución. «No podemos desconocer la necesidad del perdón en este mundo» nos enseña Jesús en Un Curso de Milagros, así como tampoco la del aprendizaje. Es fundamental establecer en nuestras mentes, la imperiosa urgencia de sanación (sanación, aprendizaje, son sinónimos en este contexto); el restablecimiento de la experiencia de Unicidad y abandono de la separación.
Todo lo anterior no reafirma la ilusión, pero si está diseñado para operar en ella, ¿dónde más se requiere corrección? Discutir sobre la ilusión o la realidad no tiene sentido. Una produce un estado que no existe, y por más paradójico que parezca, el efecto de lo que no es nada, puede experimentarse, porque ese es el poder de la mente de un Hijo de Dios. Si lo desea, lo tiene. Desear lo que no es nada, lleva a la mente al estado de «estar dormida». La corrección le lleva al punto de estar dispuesta a abandonar lo que no es nada, no mantenerlo o hacerlo más bello. Amar este mundo, es liberarlo, no «adornarlo». Aunque claro está que el amor lo embellece todo espontáneamente, y que debemos habitarlo «en amor» para liberarlo.
La inserción de luz, vuelve todo en un gesto inmediato, hacia la Paz y el Amor de Dios, y allí todo resplandece. Mas, es una consecuencia de la aceptación de la luz, no una condición intrínseca de las cosas. Es el amor en tu mente, lo que inspira belleza, no lo que aparentemente está ahí. Cuando el amor inunda tu mente y tu corazón, eso es lo único que vez.
Hacer uso de la idea de la ilusión para evitar sus efectos, es un error más propiciado por el ego. La corrección, primero reconoce el error, para después, trascenderlo. Sin el reconocimiento del error, es imposible operar la corrección a la que somos llamados. La idea final de «no hay nada que perdonar» porque esto es una ilusión y no existe, es totalmente ajustada y proviene de un reconocimiento pleno e integro, de la Realidad del Amor en Eterna Extensión. Esto es una experiencia interna, no una paradoja y no requiere explicación, es un reconocimiento.
El milagro es una expresión de amor, induce a la acción y es interpersonal, aunque no siempre se puedan ver sus efectos con los ojos del cuerpo. Muchas veces no logramos armonizar la idea de «no tengo que hacer nada» con la idea de «corrección» la cual implica una acción. No tengo que hacer nada por mi cuenta, no tengo que hacer nada que no me sea inspirado por el Amor de Dios: Dios es la luz en la que veo, la mente con la que pienso, el Amor con el que perdono, la fortaleza en la que confío, y mi sustento (del libro de ejercicios). Soy movido. En este punto no hay miedo, sino certeza.
El milagro es inspirado por Jesús, y él está a cargo del proceso completo de la expiación, por tanto, él inspira todos los milagros que necesitamos para deshacer el error. Por ende, lo único que tienes que hacer, es disponer tu «dosis de buena voluntad» y dejarte llevar, que la Gracia se exprese a través de ti. Pero tu tienes que elegir perdonarte a ti mismo, o dejar de atacarte, así como a los demás, y también verás involucrada el habla así como el movimiento del cuerpo, caminando, llorando, abrazando; tienes que «usar» la Gracia que ya está ahí.
La sanación se consuma a través de ti y para ti. La Gracia y el Amor de Dios, te asistirán, te infunden vida y todo lo necesario para que elijas de nuevo, pero tienes que elegir. No hacer nada, es no hacer nada por tu cuenta. Pedir guía es fundamental, y es un pedido a la luz de la cual eres parte, aunque no lo puedas reconocer o experimentar ahora mismo. Dios y su Hijo, no están separados. Puedes elegir una identidad de separación, pero no puedes establecerlo como la Realidad de tu Ser.
El milagro como corrección (2) Todo es Perfecto, porque Él anula el error